Diferentes contaminantes orgánicos e inorgánicos se oxidan y consumen el oxígeno que el agua contiene, transformándola así en un medio propicio para el desarrollo de microorganismos indeseables y peligrosos para la salud. El agua de la piscina comienza a perder calidad aún antes de que los síntomas puedan ser detectados visualmente por el usuario. Darle el tratamiento adecuado para preservar su calidad, depende tanto del diagnóstico como de los productos y del tratamiento aplicado.
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